|
Diumenge, 29 de desembre
Cromets copiats d' El Pais.
El Baúl, de Manuel Vicent ens parla del que va experimentar en obrir un vell bagul de la seva casa pairal. Hi trobarem edens, paradisos perduts i d'universos desordenats, records i magranes. ¿Qui , en obrir un bagul semblant i remenar-lo, no ha tastat l'agredolç de la vida?
El baúl
Dentro de un baúl con la tapa de terciopelo raído y herrajes de cobre acabo de descubrir una prueba de la existencia de Dios: Abandonado en el desván de una casa solariega, el baúl contenía un cúmulo de objetos olvidados en un desorden absoluto y al abrirlo despues de tantos años me golpeó una tufarada de moho y polilla revenida. En su interior me encontré con el palacio destrozado del rei Herodes que yo ponía en el belén cuando era niño; tambien estaba la esterilla de cañas sobre la cual mi tio cazador extendía las frutas silvestres que traía del monte, serbas, madroños, sorollas, disputadas a los jabalíes; los hierros y las pesas de una balanza romana; una pelota de goma hinchada; los moldes de latón de las magdalenas; el fumigador de DDT para matar las moscas; una canana con cartuchos podridos y algunos tebeos, revistas volúmenes de una enciclopedia y libros de texto del bachillerato. Uno de los libros era de religión Cuando lo abrí al azar, una tijereta escapada del lomo desencuadernado cruzó la página amarilla y de pronto se detuvo sobre un párrafo donde el autor establecía una prueba cosmológica de la existencia de Dios. Comenzé a leer. En este párrafo señalado por la tijereta antes de reenprender su fuga se decía que la existencia de Dios queda demostrada por el orden admirable que reina en el mundo. Supuse que re refería a la armonia del universo y no al orden que había en aquel mundo o baúl que era una suma de cacharros inservibles. En un tiempo en el que el terciopelo de ese mundo aún estaba terso y limpio como la piel de mi adolescencia, miraba las estrellas y en el misterio de su álgebra pura veía la necesidad de un Creador. No sabía que el universo está lleno de galaxias que se devoran unas a otras con una ferocidad cósmica que se refleja aquí abajo en las vísceras de los tigres y en el corazón de los asesinos. Entonces me admiraba ante los verdes valles de Edén donde se ondulaba el cereal y creía que Dios habitaba en el interior de cada grano de trigo. Frente a aquel baúl del desván que era el mundo lleno de objetos absurdos y desordenados, con el texto de religión en las manos, recordé aquella vez en que mi padre en medio de un huerto de frutales abrió una granada y quiso demostrarme la sabiduria de Dios a través del milagro de aquellos rubíes tan dulces que se alimentaban de unas membranas tan amargas. Desde entonces solo creo en el Dios de las granadas. Y a veces tambien en el de los limoneros, nunca en el Dios de las galaxias.
(El Pais, 29-12-02)
cromets 12:31 p. m.
|